Si bien hasta hoy las preguntas sobre cuándo, cómo, por qué y dónde se originó la masonería siguen siendo investigadas, el consenso general entre los investigadores masónicos es que desciende directa o indirectamente de la organización de masones operativos (canteros o albañiles) que construyeron los castillos y las grandes catedrales de la Edad Media en Europa.
La primera evidencia de la iniciación de un masón inglés que no fuera masón operativo data del 16 de octubre de 1649, con la anotación que hiciera de su propia iniciación el anticuario, político, astrólogo y alquimista inglés Elías Ashmole quien, además, fue fundador de la Royal Society de Londres y de la Philosophical Society de Oxford.
En sus anotaciones, Ashmole señala que estuvieron presentes los señores Richard Penket Worden, James Collier, Richard Sankey, Henry Littler, John Ellam, Richard Ellam y Hugh Brewer, lo que evidencia que estos se habrían iniciado en una fecha anterior a la suya.
A principios del siglo XVIII, existían varias Logias Masónicas en Irlanda, Escocia e Inglaterra que para entonces ya estaban integradas por “Masones Especulativos”, llamados así para diferenciarlos de los Masones Operativos o canteros o albañiles.
El 24 de junio de 1717 se reunieron en la taberna “El Ganso y la Parrilla” cuatro de las Logias entonces existentes en Londres y resolvieron fundar una asociación que las nuclee a la que denominaron “Gran Logia de Londres y Westminster”, la que evolucionó con el tiempo hasta llegar a ser la que hoy se conoce con el nombre de Gran Logia Unida de Inglaterra.
Posteriormente, en 1725, las Logias irlandesas fundaron la Gran Logia de Irlanda y el 30 de noviembre de 1736 se fundó la Gran Logia de Escocia.
El 12 de junio de 1725 se creó la logia "Saint Thomas", la primera Logia en suelo francés pero dependiente de Inglaterra; luego se crearon otras logias, todas de origen inglés, y en 1738 surgió de ellas la “Gran Logia Inglesa de Francia” que en 1756 pasó a llamarse “Gran Logia de Francia.”
Paralelamente fueron formándose Logias Especulativas y Grandes Logias en los demás países europeos, hasta llegar a las colonias en América, extendiéndose en suelo americano ya en el siglo XIX.
La Masonería persigue como fines el perfeccionamiento, la emancipación, la unión y la felicidad de los seres humanos. Considera la libertad de pensamiento sin menoscabo de ninguna idea y la libertad de expresión como derechos innatos del ser humano. Rechaza toda afirmación dogmática y todo fanatismo y a nadie excluye por sus creencias u opiniones políticas, religiosas, económicas y sociales. No impone ningún límite a la libre investigación de la verdad y para garantizar esa libertad exalta la virtud de la tolerancia.
A través de sus miembros, la Masonería proyecta sobre la sociedad la acción bienhechora de los valores e ideales que sustenta. Como institución docente promueve entre sus adeptos la búsqueda incesante de la verdad, el conocimiento de sí mismo y del medio en que vive para alcanzar la fraternidad universal del género humano.
Sustenta como lema LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD y, en consecuencia, propugna la justicia social, el trabajo por el progreso, los principios de libertad, democracia, igualdad y tolerancia.
En la búsqueda de la verdad y en el logro de la justicia, impone a los masones el deber de mantenerse en la avanzada de todo proceso evolutivo, integrador y trascendente del hombre y de la sociedad hacia su emancipación progresiva y pacífica.
Recomienda el respeto y la observancia de las leyes del país en que residen y les inculca a combatir la tiranía, la ignorancia y los vicios en todas sus formas, así como observar el celo a sus principios, la protección y la defensa mutua.
La Masonería acepta en su seno a todos los seres humanos libres y de buenas costumbres de todas las razas, naciones y creencias. Considera las religiones, culturas, sistemas filosóficos y credos políticos como manifestaciones dignas de respeto y aspiración de la humanidad hacia el progreso.
Los hombres libres y de buenas costumbres que tengan la edad mínima de 25 años, que tengan la inteligencia necesaria para comprender y practicar las virtudes masónicas y que estén en condiciones económicas de solventar sus gastos personales y los de su familia.
La Masonería llama “Hombre Libre” al que está en condiciones de expresar libremente sus pensamientos, que no acepta imposiciones que atenten contra sus principios ni está sujeto a la voluntad de un tercero, al que está libre de dogmas que oscurezcan su inteligencia y de vicios que lo esclavicen.
“Hombre de Buenas Costumbres” es aquel que obedece las leyes del país en que reside, honra a su patria y a su familia, es tolerante y respetuoso con las ideas políticas y religiosas de sus semejantes y mantiene una conducta moral y ética en su vida privada y pública.